Es difícil tener amigos de verdad, pero
más difícil es serlo. Darse cuenta de las
necesidades no expresadas, de los dolores escondidos, de los ojos que piden un
abrazo. Es difícil saber escuchar y acompañar, callando, sin caer en la
tentación de aconsejar o comparar. Es difícil tener el corazón tan limpio que permita solamente acoger al amigo,
guardar un lugar sólo para él, quitarnos de ese cómodo asiento para cedérselo por amor, únicamente por amor, un amor sin
intereses ni carnales ni de ningún otro tipo. Es muy difícil.